Image Image Image Image Image
Scroll to Top

Hacia arriba

Sin categoría

02

Jun
2017

Sin comentarios

En Sin categoría

Por Elisa Lange

Decir que no

En 02, Jun 2017 | Sin comentarios | En Sin categoría | Por Elisa Lange

A las mujeres les cuesta decir que no porque es tan agradable resultar elegida, especialmente por el rey. Nos gusta complacer a papá, a nuestro jefe, a nuestros compañeros, a nuestro amante. No queremos defraudar a los demás; invertimos gran parte de nuestra autoestima en hacer felices a otros. La niña pequeña que llevamos dentro no quiere que la excluyan o la dejen atrás. Cuesta demasiado no unirse a la juerga… y además necesitamos el dinero.” Maureen Murdock

¿Quién de nosotras no ha hecho algo que no quería, o que no estaba segura de querer hacer, por complacer a otros? En nuestro interior sabemos que no somos pura dedicación, pura dulzura, puro complacer… pero mientras podemos proyectar esa imagen de nosotras, lo hacemos. No es que seamos malas ni odiosas, simplemente somos personas, nos pasan cosas, no todos los días estamos de humor, no siempre estamos dispuestas a darlo todo.

Vivir con otros es un aprendizaje y no hemos tenido cursos especiales para eso. Unas aprendemos a complacer, a dar los gustos, a satisfacer las necesidades de otros. Otros aprenden a pedir lo que necesitan, sin dudarlo, y esperar ser complacidos sin cuestionamientos.

A las mujeres nos cuesta decir que no en un mundo donde hay quienes no conocen límites para demandar.

Como parte del proceso de “entrega”, a nosotras también nos cuesta identificar lo que necesitamos. Y cuando lo hacemos, es habitual que pensemos que vamos a molestar si lo expresamos. Este pensamiento muchas veces es una ilusión y muchas otras una realidad, porque la contraparte de que nosotras creamos que nuestra necesidad sobra, es que otros piensen que las necesidades que importan son otras.

Lo que queda: mujeres que demoran demasiado en identificar y resolver sus necesidades, envueltas en la marea de satisfacer a los demás: lo que nos piden, lo que esperan de nosotras, lo que se imaginaron que seríamos.

Dejamos que la marea nos lleve por la cotidianeidad de la vida sin darnos el tiempo de escucharnos a nosotras mismas, de atender nuestras necesidades y deseos, y hacemos de nosotras personas simplificadas, reducidas a las cuestiones vitales, mientras creemos que promovemos el desarrollo de las demás personas, que sean felices, que tengan lo que desean, que sean amados y no duden en que ahí estaremos cuando nos necesiten.

Esperamos que la contraparte sea la aceptación, el ser valoradas por lo que somos, y anclamos ahí nuestro amor propio. Es lógico que nuestra autoestima sea maleable y frágil si se apoya en una fantasía: muchas veces no somos lo que los otros esperan de nosotras.

Tendremos que decir que no, desagradar al padre, incomodar al amante, fastidiar a los compañeros. Y ellxs deberán aprender a aceptarnos como somos, atender también nuestras necesidades, darnos espacio para desplegar nuestras particularidades.

Por supuesto, ser personas completas, desarrollarnos en libertad, requiere algunas condiciones de las que habremos de hacernos cargo, no es poco riesgo, por ejemplo, rechazar un trabajo que no deseamos, o dejar una relación de muchos años. Pero es hora de que creamos en nuestras capacidades. ¿Cómo podremos ser felices, aún cumpliendo todas las expectativas de los demás, si nos alejamos millas y millas de nuestra vocación, de nuestro bienestar y placer personal?


Cuando podamos decir que no, honesta y firmemente, también ayudaremos a crecer a los demás. Porque en este curso de convivir que no hemos tenido, hay una materia que explica que las personas somos felices viviendo en grupos donde todas y no sólo algunas necesidades son satisfechas, donde todos los caminos son respetados y apoyados, y donde no todas las personas son obligatoriamente de nuestro agrado.

 

Noelia Sánchez

Enviar comentario