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La escritura y el dibujo fueron los primeros territorios expresivos que exploré, les tengo ese amor que solemos guardarle a las primeras experiencias felices de la vida. La escritura es ése lugar dónde aprendo a jugar, fluir, alivianar el cuerpo, conectar con lo lúdico y creativo. Al mismo tiempo, poner en palabras me ordena; verlas y sentir que las puedo tocar, sentir el trazo del papel, calcular la presión, volver a leer los escritos viejos, darle cuerpo y materia a las ideas, palparlas y otorgarles un destino. Escribir es una forma de hacer puente con mi propia palabra y descubrir la influencia del cuerpo cíclico en ese proceso es revelador. En este escrito, quiero compartirles unas pequeñas reflexiones en torno a esa experiencia, vinculando proceso creativo y ciclicidad.

El proceso creativo al igual que la ciclicidad es circular, fluctuante, diverso y complejo; cada recorrido implica escribir una nueva historia, germinar una nueva posibilidad. La ovulación y pre ovulación suelen ser los momentos del ciclo más ligados a la creatividad, multiplicidad, inspiración, movimiento, energía hacia el afuera y el mundo. Por su parte, lo menstrual y premenstrual suele invocar una necesidad de pausa y deseo de estar en silencio, y a veces a partir de allí se gestan decisiones ligadas a elegir continuar o no con una idea o proyecto, qué germinar y anclar a tierra y que dejar para después.

Ciclicidad y proceso creativo implica desde mi perspectiva, emancipación, resistencia, potencia y configuran una contracara a los mandatos. Es siempre una nueva posibilidad, un espacio donde apostar a lo singular y transformarlo (tal vez) en una forma de resistir.

Catalina Ramirez

Psicóloga feminista, emprendedora creativa. Disfruta de conectar con la naturaleza, el cuerpo y sus ciclos. Leer, escribir, hacer bocetos y estar en contacto con lo artesanal y autogestivo. Tiene un emprendimiento de salud menstrual integral llamado @cuerpa.salud.

Paola Lucero Antonietti – También Cósmica / pla (o viceversa) –

Flor de la red flordelunar, arquitecta, ilustradora, docente, cósmica. Nacida el 2 de setiembre de 1979 en Córdoba Capital.Realiza diseños cósmicos en distintos soportes y formatos:  ilustraciones, mosaico fanzines. Arquitecta que pone su mirada en la ciudad y el habitar de la ciudad, haciendo foco en el diseño participativo y colectivo Es docente del secundario en donde aprende mucho de los chicos y las chicas. / Desarrolla talleres con niños y grandes en donde la creatividad es el motor de las producciones. Y juega.

Contacto: lapaocosmika@gmail.com / Facebook: Cósmica / PLA / Instagram: Cosmica.pla

Infinito
cambio de era
cambio de piel

       

Federica Jachymiak Nacida en Córdoba Capital. Estudió Artes visuales en la UNC. Gusta de crear individual y grupalmente, jugando a entrelazar las artes. Guardiana de semillas libres, amor por las plantas, las diversidades y la bici.

Instagram: @fedenbici

les que miran en el cielo dicen 

que convergen nuevas redes 

tejidas en nosotres

con nosotres

pelitos de Gaia

manos para ser abiertas 

mente de entender lo amplio

lo sutil

razón de la luz

cueritos al sol

entramados cósmicos

estructura de todo lo que vive

y en esas tramas el amor

es disruptivo

comunitario

ecológico

el amor

telepatía

innovación

mudanza

respeto

revolución

canal

no digo fuera del amor qué

lo que me importa abriga

en la tierra compañera hermana madre

aire para que la voz expanda en el deseo

complementariedad y goce

C.

Camila García Reyna nació el 27 abril de 1987 y es cordobesa criada en Cruz del Eje y Arroyito.

Escribe sobre todo poesía. Juega y por eso publica libros y recita y lee, y participa de puestas teatrales y musicales, y coordina talleres de escritura y lectura para niñes y grandes. Es Licenciada en Letras Modernas y apasionada por el mate y la comida deliciosa. Es un poco solemne, una pena, pero como se lo permite también se divierte con eso.

En este espacio de amor habrá una porción de poesía que es una forma de aprender la paz, de reconocerse, de recordarse, de entregarse, de compartirse siendo. Un deseo de encontrarse en las hermanas, de respetarse, de estarse queriendo, de respirar lo que elegimos, confiadamente, un poco más alegres cada vez.

Paola Lucero Antonietti – También Cósmica / pla (o viceversa) –

Flor de la red flordelunar, arquitecta, ilustradora, docente, cósmica. Nacida el 2 de setiembre de 1979 en Córdoba Capital.Realiza diseños cósmicos en distintos soportes y formatos:  ilustraciones, mosaico fanzines. Arquitecta que pone su mirada en la ciudad y el habitar de la ciudad, haciendo foco en el diseño participativo y colectivo Es docente del secundario en donde aprende mucho de los chicos y las chicas. / Desarrolla talleres con niños y grandes en donde la creatividad es el motor de las producciones. Y juega.

Contacto: lapaocosmika@gmail.com / Facebook: Cósmica / PLA / Instagram: Cosmica.pla

Hace tiempo encontré tu retrato en una caja

junto a otras fotos, dentro de un armario en la casa de mis abueles.

En el dorso, el sello del estudio de foto indica un lugar

Goya, Corrientes. 


Desconozco tu nombre y qué lugar ocupas en el árbol familiar

ya no están quienes podrían darme esa información,

pero una parte de mí te reconoce

como mi ancestra

y te imagina con los saberes de una bruja.


Bruja de manos verdes

que sabe los nombres y propiedades de las plantas

que la convoca el fuego y la guía la luna, en su vida y en su siembra 

que fuma en pipa mientras lava la ropa en el río.


Esa parte de mí también imagina que quizás

fuiste la madre de Emilia,

mi tátara tátara abuela

mujer originaria que habitaba Ojo de Agua, Santiago del Estero.


Las convoco 

a todas las brujas que me anteceden

cuando me trenzo el cabello

cuando mis manos tocan la tierra

cada vez que siembro, transplanto, cosecho

cuando observo una planta de la que aún no se el nombre

cuando inicio un fuego que mantiene vivo al ritual del aquelarre

las hago presente a ellas y a sus saberes

me acompañan las brujas de manos verdes.


Federica Jachymiak Nacida en Córdoba Capital. Estudió Artes visuales en la UNC. Gusta de crear, jugando a entrelazar las artes. Guardiana de semillas libres, amor por las plantas, las diversidades y la bici.

Contacto: Instagram: @fedenbici

Paola Lucero Antonietti – También Cósmica / pla (o viceversa) –

Flor de la red flordelunar, arquitecta, ilustradora, docente, cósmica. Nacida el 2 de setiembre de 1979 en Córdoba Capital.Realiza diseños cósmicos en distintos soportes y formatos:  ilustraciones, mosaico fanzines. Arquitecta que pone su mirada en la ciudad y el habitar de la ciudad, haciendo foco en el diseño participativo y colectivo Es docente del secundario en donde aprende mucho de los chicos y las chicas. / Desarrolla talleres con niños y grandes en donde la creatividad es el motor de las producciones. Y juega.

Contacto: lapaocosmika@gmail.com / Facebook: Cósmica / PLA / Instagram: Cosmica.pla

 “Día a día se iba volviendo más seria y taciturna. Se extrañaban sus carcajadas y sus ocurrencias. Pasaba largas horas invocando espíritus a la luz de la luna, sacrificando alimañas para extraer la esencia vital de sus vísceras o fumando unas hierbas secretas que le enrarecían el ánimo porque, según decía, a través de ellas se conectaba con las fuerzas oscuras.” 

(Diario de un hada)

           El tema de las brujas me fascina. Tanto que no podía decidir qué escribir, desde dónde encararlo ni qué texto usar como introducción. En estos días una amiga que es psicóloga y bruja, pero sobre todo bruja; me prestó “Cometierra” una novela de Dolores Reyes que cuenta la historia de una joven del Gran Buenos Aires que come tierra y a través de la tierra tiene visiones que le indican el paradero de personas desaparecidas, la mayoría de las veces mujeres jóvenes, víctimas de femicidios. También estuve releyendo “Calibán y la bruja”, de Silvia Federici, que nos habla de un verdadero genocidio de mujeres perpetrado por el poder en la Europa del siglo XVI y trasladado a la América colonial. Mujeres que eran médicas, estudiosas, tarotistas, astrólogas, practicaban abortos, sabían sobre plantas o curaban el empacho. Al final decidí citar un texto mío y hacerme cargo de mi propia transmutación. Porque desde hace un tiempo siento que me estoy convirtiendo en bruja. Y no es porque cada vez me interese más la astrología o porque sea muy buena tirando el tarot que digo que me estoy convirtiendo en bruja. Es un poco por eso, pero es más que eso. Lo digo porque, al igual que las jóvenes protagonistas de “Diario de un hada”, el primer libro que escribí; o que Cometierra, esa bruja bonaerense que toma birra y escucha cumbia y de quien solo conocemos el apodo; o que cualquiera de las brujas condenadas a la hoguera por la Inquisición; he conocido el costo que hay que pagar por ser una mujer que le entra a fondo al conocimiento de lo desconocido, que se corre de ese lugar llamado “normalidad”, que renuncia a ser la mejor del grado, la niña obediente, la trabajadora ejemplar, la buena madre; para ser sencillamente ella misma. Una mujer libre. 

Dicho así suena muy bonito. Pero hemos de saber que el mundo nos va a castigar por ser tan osadas. Vamos a perder trabajos, espacios de militancia, amistades, parejas, cargos políticos, aplausos, premios, prestigio, dinero  y todas esas cosas con las que este mundo patriarcal premia a las mujeres hacendosas, disciplinadas y sonrientes. Como brujas en plena transmutación que somos, no nos preocuparemos demasiado por estas cuestiones. Ya hemos aprendido que la normalidad apesta y que el éxito individual es una farsa si no se pone al servicio de algo superior. Así que disfrutaremos bastante esta nueva soledad y seguramente nos dedicaremos al estudio, el auto conocimiento, la meditación…en fin, la brujería. 

Bienvenida sea esta soledad. Porque solo a partir de ella afinaremos la intuición, el olfato y la mirada para encontrarnos con otras brujas como nosotras. Porque este mundo de princesas complacientes, correctas y bien vestiditas, se está desmoronando a un ritmo tan acelerado que ni cuenta se están dando aquellos que lo sostienen; tan ocupados como están en defender sus privilegios. Porque cada vez somos más las que nos ubicamos del otro lado y no queremos corrección sino justicia; no privilegios sino derechos, no éxito individual sino felicidad colectiva.

Y cuando nos encontremos todas las que somos, ¡menudo aquelarre!

¡Hasta la victoria, always!

Florencia Ordóñez nació en Córdoba el 8 de marzo de 1977. Es licenciada en cursillos de nivelación y posee un doctorado en abandono de carreras universitarias. Escribe, publica libros propios y ajenos desde el sello Malasaña Ediciones, hace monólogos de humor, coordina talleres de escritura; ha incursionado en la actuación y el teatro de títeres. También se ha desempeñado en varios trabajos decentes de los que fue oportunamente despedida. Políticamente se define como feminista silvestre y anarco-peronista.

Pilar Emitxin ilustradora y productora gráfica de Córdoba (Argentina). Realizo gráficas feministas y de lucha, además de tareas de diseño y comunicación para los espacios colectivos que conforman nuestro movimiento. Cada imagen trae adentro horas de trabajo, de reflexión, de dolores, de caminos transitados por esta cuerpa que trabaja y lucha en el seno de un mundo en convulsiones. Elijo hacer mi trabajo tejiendo alianzas y redes de cuidados colectivos que pongan en jaque la fragilidad que el capitalismo y el patriarcado nos propone como forma de supervivencia, pero también que muestre otras formas de habitar y re-existir en este mundo. 

para las brujas horrorosas de los cuentos tradicionales

una ráfaga de amor y de justeza

una purga con tabaco en nombre suyo

los tiempos hilaron la metamorfosis

y puedo verlas andar

seguidas por los bichos

juntando yuyos de la pacha

clasificando medicinas

curando empachos y dolencias

hablando con los elementos naturales

con los espíritus de la tierra

y con los dioses

recibiendo información en sueños

rezando con la fuerza interna

leyendo en los astros y en las borras del café

en las manos y hasta en las hebras de pelo

atendiendo a la leyes metafísicas para conjurar la suerte

gozosas brujas

hermosas brujas

orgásmicas

luneras

comunitarias

silvestres

salú

al aquelarre abismal y su arcoíris

a las guardianas del poder no sistemático

no patriarcal

no científico

a las estrellas guías en la noche

a sus sahumos y a sus fuegos

sangre que sigue pulsando el corazón planetario

despierta

C.


Camila García Reyna nació el 27 abril de 1987 y es cordobesa criada en Cruz del Eje y Arroyito.

Escribe sobre todo poesía. Juega y por eso publica libros y recita y lee, y participa de puestas teatrales y musicales, y coordina talleres de escritura y lectura para niñes y grandes. Es Licenciada en Letras Modernas y apasionada por el mate y la comida deliciosa. Es un poco solemne, una pena, pero como se lo permite también se divierte con eso.

En este espacio de amor habrá una porción de poesía que es una forma de aprender la paz, de reconocerse, de recordarse, de entregarse, de compartirse siendo. Un deseo de encontrarse en las hermanas, de respetarse, de estarse queriendo, de respirar lo que elegimos, confiadamente, un poco más alegres cada vez.

Gilda Ibeas Madirolas es nuestra ilustradora invitada de allende los mares. Nació y vive en Madrid donde dibuja, baila, enseña y quién sabe cuántas cosas más, pues sol en Géminis. Pueden ver sus dibujos en instagram en @gim_ilustracion

Cada uno de los 4 elementos tiene sus diferentes estados,

a veces de calma y quietud,

otras de sanación y crecimiento,

a veces de activar y mover todas las estanterías,

otras de furia y destrucción.

No voy a enojarme con el fuego.

Voy a enojarme con los verdaderos culpables de este ecocidio.

Con el estado ausente, con la codicia ciega, con la perversa manipulación.

Y voy a dejar que el fuego vuelva a ese lugar de ritual sagrado,

de reunión a su alrededor,

de calor y alimento,

de pasión que nos motiva,

de juntada de brujes,

de mujeres bailando desnudas en la noche,

de faro que alumbra en lo oscuro.

Voy a dejar que el fuego me caliente el pecho,

y mantenga tibias las semillas del monte y de la vida.

Y voy a resguardar las semillas

y nunca dejar de plantar.

Sayi Paris Cavagnaro, nació en Mendoza en 1988, pero comenzó a crecer en Traslasierra, en un lugarcito llamado El Huaico, y de ahí siente que es.
Estudió Artes Plásticas en la UNC y dibuja y baila y hace visuales acompañando músicas y cuerpas..
Hoy sigue creciendo, entre viajes, esta Córdoba que nos une, y sus sierras, entre estxs hermanxs con lxs que crea, entre esta fuerza feminista que nos obliga a revisarnos y deconstruirnos, entre estas líneas que no paran de brotar..

Instagram: @sayiyisa
Facebook: Sayi Ilustraciones y otras hierbas

Para celebrar el ciclo de la abundancia

que se inicia con la temporada primavera/verano,

construimos un ritual

social y comunitario

ancestral.

Es un ritual donde todxs damos y recibimos,

intercambiamos saberes populares,

experiencias y semillas.

Semillas criollas, nativas y libres

que guardan en su interior el origen de la vida

pasado y futuro

historia y cultura

diversidad y soberanía

territorio.

Federica Jachymiak Nacida en Córdoba Capital. Artista visual. Realiza trabajos individuales y grupales en diversos formatos y lenguajes artísticos. Feminista impulsada por el amor a la autogestión, la bici y el entrecruce entre las artes. Contacto: fede.jachymiak@gmail.com Instagram: @fedenbici

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¡Hasta la victoria, always!

02

Dic
2020

Un comentario

En ¡Hasta la victoria, always!

Por Blogueras

Bienvenidas al aquelarre

En 02, Dic 2020 | Un comentario | En ¡Hasta la victoria, always! | Por Blogueras

 “Día a día se iba volviendo más seria y taciturna. Se extrañaban sus carcajadas y sus ocurrencias. Pasaba largas horas invocando espíritus a la luz de la luna, sacrificando alimañas para extraer la esencia vital de sus vísceras o fumando unas hierbas secretas que le enrarecían el ánimo porque, según decía, a través de ellas se conectaba con las fuerzas oscuras.” 

(Diario de un hada)

           El tema de las brujas me fascina. Tanto que no podía decidir qué escribir, desde dónde encararlo ni qué texto usar como introducción. En estos días una amiga que es psicóloga y bruja, pero sobre todo bruja; me prestó “Cometierra” una novela de Dolores Reyes que cuenta la historia de una joven del Gran Buenos Aires que come tierra y a través de la tierra tiene visiones que le indican el paradero de personas desaparecidas, la mayoría de las veces mujeres jóvenes, víctimas de femicidios. También estuve releyendo “Calibán y la bruja”, de Silvia Federici, que nos habla de un verdadero genocidio de mujeres perpetrado por el poder en la Europa del siglo XVI y trasladado a la América colonial. Mujeres que eran médicas, estudiosas, tarotistas, astrólogas, practicaban abortos, sabían sobre plantas o curaban el empacho. Al final decidí citar un texto mío y hacerme cargo de mi propia transmutación. Porque desde hace un tiempo siento que me estoy convirtiendo en bruja. Y no es porque cada vez me interese más la astrología o porque sea muy buena tirando el tarot que digo que me estoy convirtiendo en bruja. Es un poco por eso, pero es más que eso. Lo digo porque, al igual que las jóvenes protagonistas de “Diario de un hada”, el primer libro que escribí; o que Cometierra, esa bruja bonaerense que toma birra y escucha cumbia y de quien solo conocemos el apodo; o que cualquiera de las brujas condenadas a la hoguera por la Inquisición; he conocido el costo que hay que pagar por ser una mujer que le entra a fondo al conocimiento de lo desconocido, que se corre de ese lugar llamado “normalidad”, que renuncia a ser la mejor del grado, la niña obediente, la trabajadora ejemplar, la buena madre; para ser sencillamente ella misma. Una mujer libre. 

Dicho así suena muy bonito. Pero hemos de saber que el mundo nos va a castigar por ser tan osadas. Vamos a perder trabajos, espacios de militancia, amistades, parejas, cargos políticos, aplausos, premios, prestigio, dinero  y todas esas cosas con las que este mundo patriarcal premia a las mujeres hacendosas, disciplinadas y sonrientes. Como brujas en plena transmutación que somos, no nos preocuparemos demasiado por estas cuestiones. Ya hemos aprendido que la normalidad apesta y que el éxito individual es una farsa si no se pone al servicio de algo superior. Así que disfrutaremos bastante esta nueva soledad y seguramente nos dedicaremos al estudio, el auto conocimiento, la meditación…en fin, la brujería. 

Bienvenida sea esta soledad. Porque solo a partir de ella afinaremos la intuición, el olfato y la mirada para encontrarnos con otras brujas como nosotras. Porque este mundo de princesas complacientes, correctas y bien vestiditas, se está desmoronando a un ritmo tan acelerado que ni cuenta se están dando aquellos que lo sostienen; tan ocupados como están en defender sus privilegios. Porque cada vez somos más las que nos ubicamos del otro lado y no queremos corrección sino justicia; no privilegios sino derechos, no éxito individual sino felicidad colectiva.

Y cuando nos encontremos todas las que somos, ¡menudo aquelarre!

¡Hasta la victoria, always!

Florencia Ordóñez nació en Córdoba el 8 de marzo de 1977. Es licenciada en cursillos de nivelación y posee un doctorado en abandono de carreras universitarias. Escribe, publica libros propios y ajenos desde el sello Malasaña Ediciones, hace monólogos de humor, coordina talleres de escritura; ha incursionado en la actuación y el teatro de títeres. También se ha desempeñado en varios trabajos decentes de los que fue oportunamente despedida. Políticamente se define como feminista silvestre y anarco-peronista.

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13

Oct
2020

Sin comentarios

En ¡Hasta la victoria, always!

Por Blogueras

Jardinera

En 13, Oct 2020 | Sin comentarios | En ¡Hasta la victoria, always! | Por Blogueras

Los lazos de amor, tercos, reviven

el romero evoca delicias invernales

la menta se expande, abraza y cuida

los geranios resisten al tiempo y las tormentas

la caléndula reina, generosa

los pensamientos vuelven, cambian, viven

el jazmín del país, ya va queriendo

la verbena, una fiesta

hasta el cactus florece como puede

pero no exageremos

la lavanda murió por causas evitables

el caracol depreda las raíces

la hiedra va invadiendo, venenosa,

toda entrada de luz

toda vía de escape

y esa araña

uy

esa araña

para mis tristezas, Violeta azul.

Florencia Ordóñez nació en Córdoba el 8 de marzo de 1977. Es licenciada en cursillos de nivelación
y posee un doctorado en abandono de carreras universitarias. Escribe, publica libros propios y
ajenos desde el sello Malasaña Ediciones, hace monólogos de humor, coordina talleres de
escritura; ha incursionado en la actuación y el teatro de títeres. También se ha desempeñado en
varios trabajos decentes de los que fue oportunamente despedida. Políticamente se define como
feminista silvestre y anarco-peronista.

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18

Jun
2020

Sin comentarios

En ¡Hasta la victoria, always!

Por Blogueras

A ritmo de semilla

En 18, Jun 2020 | Sin comentarios | En ¡Hasta la victoria, always! | Por Blogueras

Déjalas solas unos cuantos días. Deja que les dé el sol, deja que les caiga la lluvia. Pronto
empezarán a crecer tus semillas.
(Arnold Lobel)

Una vez  me acerqué a una oficina porque tenía que cobrar un dinero y la chica que estaba del otro lado del vidrio me preguntó mi ocupación. “Escritora”, dije sin dudarlo. Y como soy muy culilla y tengo buena vista, pude ver como la muy chinwewencha escribía: “Desempleada”. Me fui del lugar pensando si no existiría la categoría “Escritora” en su planilla y puso cualquiera o a lo mejor pensó que eso no puede ser un trabajo o quizás que es un trabajo que no genera suficiente dinero como  para considerarlo un trabajo.

Ahora, mientras intento escribir algo sobre el trabajo en tiempos de aislamiento social preventivo y obligatorio, pienso que una de las cosas más perversas que nos hace este sistema capitalista y meritocrático es meterse en nuestras cabezas a tal punto que consideremos verdaderas cosas que en realidad son falsas. Porque en estos días de poca salida, poca juntada, poco horario y mucha casa, he llegado a pensar que “no estoy haciendo nada”. “No estoy haciendo nada” porque no estoy arriba de un escenario haciendo monólogos ni en una feria de libros en una plaza, no estoy usando el despertador ni la agenda para organizar mis tiempos, no estoy escribiendo casi nada y, sobre todo, estoy generando menos dinero que antes. Mientras “no hago nada” comencé a hacer una huerta en el patio de casa. Y mientras paleaba la tierra y sacaba yuyos me acordé de un libro que leí siendo muuuuuuy chiquita o seguramente me lo leyeron. Se trata de “Sapo y Sepo, inseparables”, escrito e ilustrado por Arnold Lobel. Es un libro de cuentos protagonizado por dos sapos muy amigos. Mi cuento favorito se llama “El jardín” y es un cuento en el que Sepo, con ayuda de su amigo Sapo, aprende que cultivar un jardín es algo hermoso aunque lleva tiempo y trabajo; y que ninguna semilla se transforma en planta si tiene miedo. Otro cuento que me gusta mucho se llama “Una lista”, y cuenta cómo  Sepo anota en un papel todo lo que planea hacer al día siguiente:

Lista de cosas para hacer hoy

-Despertarse

-Desayunar

-Vestirse

-Ir a casa de Sapo

-Dar un paseo con Sapo

-Almorzar

-Siesta

-Jugar con Sapo

-Cenar

-Dormir

Como ya había terminado con mis labores agrícolas de ese día, decidí hacer una lista, pero no de lo que pensaba hacer sino de lo que ya había hecho:

Cosas que he hecho en estos días

-Sembrar zanahoria, brócoli, acelga, cilantro y caléndulas.

-Tomar sol en el patio.

-Pensar en escribir un monólogo nuevo.

-No escribir un monólogo nuevo.

-Mirar videos de Gila y de Hannah Gadsby. Volver a ver “Friends” desde la temporada uno.

-Limpiar todo muy bien con lavandina.

-Hablar por teléfono con amigues sobre esta sensación de eterno domingo y de no estar haciendo nada o hablar de cualquier otra cosa y reírnos. La mejor parte fue la de reírnos.

-Hacer yoga con una profesora de youtube que vive en Berazategui.

-Cortarle las rastas a mi perra.

-Mantener la casa calentita después de las seis de la tarde.

-Abrigarme y salir a mirar la luna.

Fue bueno hacer la lista porque descubrí que no es cierto que “no estoy haciendo nada”. Estoy trabajando. A ritmo de semilla.

¡Hasta la victoria, always!

Sayi Paris Cavagnaro, nació en Mendoza en 1988, pero comenzo a crecer en Traslasierra, en un lugarcito llamado El Huaico, y de ahí siente que es.
Estudió Artes Plásticas en la UNC y dibuja y baila y hace visuales acompañando músicas y cuerpas..
Hoy sigue creciendo, entre viajes y esta Córdoba que nos une, entre estxs hermanxs con lxs que crea, entre esta fuerza feminista que nos obliga a revisarnos y deconstruirnos, entre estas líneas que no paran de brotar..

Florencia Ordóñez nació en Córdoba el 8 de marzo de 1977. Es licenciada en cursillos de nivelación y posee un doctorado en abandono de carreras universitarias. Escribe, publica libros propios y ajenos desde el sello Malasaña Ediciones, hace monólogos de humor, coordina talleres de escritura; ha incursionado en la actuación y el teatro de títeres. También se ha desempeñado en varios trabajos decentes de los que fue oportunamente despedida. Políticamente se define como feminista silvestre y anarco-peronista.

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27

May
2020

Sin comentarios

En ¡Hasta la victoria, always!

Por Blogueras

Un mundo de sensaciones

En 27, May 2020 | Sin comentarios | En ¡Hasta la victoria, always! | Por Blogueras

Sacar belleza de este caos es virtud

(Gustavo Cerati)

Elegir un barbijo que combine con la remera, perfumarme con eau de lavandine a todas horas, amigarme con el cine de terror, volver a leer “Un mundo feliz”. Reírme, por no llorar.

Pero también, a veces, llorarlo todo y llorarlo bien.

Hacer reuniones clandestinas con amigas, en la esquina, con barbijo y bolsa de compras. Tener un “minuto” por si me para la policía, como les militantes de los setenta.

Cantar la marcha peronista en la ventana, a los gritos.

Descubrir que en mi patio hay por lo menos diez especies distintas de plantas con flores. Y en la cuadra, ni te cuento.

Odiar las videollamadas.

Amar las videollamadas.

Abrir tinder.

Cerrar tinder.

Preguntar más seguido que nunca ¿cómo estás? y que también me lo pregunten. Entender que el amor es, más que nada, una pregunta.

Pensar en todas las cosas que voy a hacer cuando esto termine. Pensar que quizás esto no termine nunca. Saber que es imposible imaginar el después. Vivir con dignidad el mientras tanto.

Sorprenderme haciendo cosas nuevas. Tejer redes con otres, aunque aislamiento. Usar como epígrafe una frase de Cerati, ¿quién me ha visto y quién me ve?

Cocinar galletitas de limón.

Hacer picnic al sol en el patio.

Disfrutar la soledad.

Temer la soledad.

Tener un arranque de ira divina y romper un vidrio. Recibir un mensaje de la casa de al lado: “¿Estás bien? Contá con nosotres”.  Saber que cada vidrio roto en mi vida, valió una certeza.

Esta vez fue: no quiero acostumbrarme.

Saber qué nos hace bien es intrincado. Ponerlo en práctica, más aún. Si en medio de esta película lo intentamos, ¡qué vacuna!

HLVA!

Florencia Ordóñez nació en Córdoba el 8 de marzo de 1977. Es licenciada en cursillos de nivelación y posee un doctorado en abandono de carreras universitarias. Escribe, publica libros propios y ajenos desde el sello Malasaña Ediciones, hace monólogos de humor, coordina talleres de escritura; ha incursionado en la actuación y el teatro de títeres. También se ha desempeñado en varios trabajos decentes de los que fue oportunamente despedida. Políticamente se define como feminista silvestre y anarco-peronista.

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21

Mar
2020

2 Comentarios

En ¡Hasta la victoria, always!

Por Blogueras

¿Histéricas? No, históricas

En 21, Mar 2020 | 2 Comentarios | En ¡Hasta la victoria, always! | Por Blogueras

 (…) la memoria funciona haciendo y deshaciendo el relato. De alguna manera si la historia forma como un archivo, un archivo cerrado, fijo, la memoria es como una especie de virus que va descomponiendo el archivo y que va rearmándolo, tragándose partes –que pueden reaparecer- y reconstruyéndolo de otra manera.

(Pilar Calveiro)

En lo preciso de esta ausencia
En lo que raya esa palabra
En su divina presencia
Comandante, en su raya
Hay Cadáveres

(Nestor Perlongher)

Desde hace rato estoy pensando que para la entrada de marzo del blog quiero escribir sobre las memorias del terrorismo de Estado. Claro que, cuando comencé a pensar en esto, pensaba que este iba a ser un marzo “normal” en el que las personas se reunirían en sus organizaciones y espacios y harían asambleas para organizar una marcha en conmemoración y repudio del golpe de Estado de 1976 y que seguramente esa marcha iba a ser tan multitudinaria como lo viene siendo desde hace varios años. Y en eso, llegó el coronavirus. Y entramos en emergencia sanitaria. Y se suspenden recitales y partidos de futbol y cierran centros culturales. Y ya es un hecho que el 24 de marzo no habrá marcha. Quizás la haya más adelante, quizás encontremos otras formas (no masivas, no presenciales…) para recordar ese día a las miles de personas desaparecidas por el terrorismo de Estado en los cerca de 600 centros clandestinos de detención, tortura y exterminio que funcionaron en todo el país durante la última dictadura cívico-militar-eclesiástica. Y qué maravillosa oportunidad que nos brinda el bichito este para recordar que hay cosas que no controlamos y que todo puede cambiar de un momento a otro, hasta lo que creemos inamovible. Y que las memorias, como dice Pilar Calveiro, son políticas, no son neutrales, están en permanente transformación y surgen desde las urgencias del presente. Y que memoria jamás puede ser tradición o costumbre. Y pensándolo desde ahí, y sabiendo que ese pensamiento no surge de una flaiada del momento porque me cancelaron una actividad y tengo tiempo libre; sino que es parte de una construcción colectiva; es que puedo hacer esta reflexión.

Soy hija de setentistas. Ya lo dije, ¿no? Mi mamá es sobreviviente del D2, el centro clandestino que funcionó en pleno centro de Córdoba entre 1974 y 1983. Ahí, al ladito de las campanas. Mi familia fue una de las tantas que tomó el camino del exilio y como consecuencia de eso pasé los primeros años de mi vida en España. No digo esto porque piense que decirlo me habilita a hablar sobre el terrorismo de Estado más que a otras personas. Lo digo porque la única forma que encuentro para hablar de cualquier cosa es a partir de mi experiencia personal y porque pienso que todas las personas que nacimos entre el 76 y el 83 fuimos afectadas por el terrorismo de Estado, incluso las que dicen “a mí no me pasó nada”. Me remito a mi historia personal también porque lo peor que nos hizo el terrorismo de Estado es que lleguemos a pensar que no nos pasó nada. Yo también lo pensé al regresar de España a los dieciséis años. Años después comprendí las palabras exilio, sobreviviente, centro clandestino de detención, desaparecidos, empecé a ir a las marchas del 24 de marzo, me acerqué a la organización H.I.J.O.S.convencida de que no me iban a admitir porque tenía mamá y papá y resulta que sí me admitieron porque, como decía un afiche que casi me choqué al entrar al local por primera vez, “Todos somos hijos de una misma historia”. Y en el compartir con las compañeras y compañeros, en los talleres en escuelas, los escraches a genocidas, las marchas, aprendí muchas cosas más; por ejemplo que la identidad y la memoria se construyen tanto desde lo individual como desde lo colectivo. Fue entonces cuando comenzaron a formar parte de mi identidad algunos símbolos. El pañuelo blanco, la flor roja y una cifra: 30000. 

30000 compañeros desaparecidos, presentes. Ahora y siempre.

Y un día en una marcha vi un cartel que decía 30400. Y como no sabía qué significaba, pregunté. Y me explicaron que ese 400 representa a las víctimas del terrorismo de Estado gays, lesbianas, travestis, trans y bisexuales; y que hubo un miembro de la CONADEP, el rabino Marshall Theodore Meyer, que denunció que esas personas recibieron un trato especialmente sádico y violento en los centros clandestinos en los que estuvieron secuestradas.

Debo confesar que, como persona educada en un sistema cis hétero patriarcal, en un principio minimicé esa información. Sinceramente, me parecía una boludez reivindicar el 30400. “Si siempre dijimos que los compañeros desaparecidos eran treinta mil, está bien, reivindiquemos a les desaparecides LGTB, pero entendamos que están dentro de esos 30000 por los que reclamamos históricamente”.

“Históricamente”.

Como diría Cantinflas, ahí está el detalle. Porque ¿para qué nos sirve la historia si no es para entender que la existencia es transformación? ¿Para qué nos sirve la memoria si no es para reescribir la historia, recordando lo que antes habíamos olvidado, resaltando con rojo sobre lo tachado, sumando otras voces, otros colores, otros puntos de vista a un relato que jamás va a estar cerrado del todo? ¿Y para qué queremos discutir la legitimidad de un número sobre otro si el número verdadero no lo vamos a saber nunca? Porque fueron muertes clandestinas perpetradas por un sistema ilegal, violador de derechos y que actuó en las sombras. Los únicos que saben a cuántas personas masacraron son los perpetradores. Y no lo van a decir nunca. Ya los hemos visto en los tribunales, defendiéndose con argumentos retrógrados, culpando a las víctimas. Nunca han colaborado en la búsqueda de la verdad y la justicia. Ni lo van a hacer. Porque son el enemigo. Son la muerte. 

Del otro lado, nosotres: las personas que reivindicamos la lucha de las, los, les desaparecides, que eran obreras, sindicalistas, estudiantes, maricas, putas, peronistas, trostkistas, anarquistas, mujeres, travestis, comunistas, amas de casa, bandoneonistas, arquitectas, profesores, villeros, adolescentes, embarazadas, artesanos, policías. Sí, también policías y militares y toda diversidad humana que se nos pueda ocurrir porque toda la sociedad fue víctima de ese horror. No hubo dos demonios, hubo una sociedad atravesada por el autoritarismo y la violencia. Hubo un plan sistemático para acallar voces disidentes e implantar un sistema económico injusto contra el que hoy seguimos luchando.  Y en esta lucha, con las Abuelas y Madres como faro, estamos todes: feministas, aborteras, maricas, travestis, trolebuseras, familiares de desaparecidos y personas tan jóvenes que se diría que “no lo vivieron”, sobrevivientes de centros clandestinos y sobrevivientes del femicidio nuestro de todos los días, personas que dicen desaparecidos y personas que dicen desaparecides, pancartas que dicen 30000 y pancartas que dicen 30400. Y bienvenidas sean esa diversidad y esas diferencias, porque desde ahí se construyen los consensos en una sociedad democrática. Y si todavía no hay un consenso, relajemos, tengamos paciencia, sororidad y escucha. Confío en que el destino de las memorias es crecer y no replegarse y doy la bienvenida a los símbolos que interpelan lo que creíamos permanente, porque multiplican memorias y plantean preguntas. Lo homogéneo, lo estático, lo prolijito y sin fisuras, mejor se lo dejamos a los milicos.

Compañeras, compañeros, compañeres desaparecides ¡Presentes!

Hasta la victoria.

Siempre.

 

1 “Puentes de la memoria, terrorismo de Estado, sociedad  y militancia”, en revista “Lucha armada en la Argentina” número 1. http://americalee.cedinci.org/wp-content/uploads/2019/03/LUCHA-ARMADA-01.pdf

2 “Centros clandestinos de detención en Córdoba”, publicación del Archivo provincial de la memoria y la Comisión provincial de la memoria de Córdoba, 2009. http://www.apm.gov.ar/sites/default/files/centros_clandestinos.jpg_.pdf

3 Hijos e Hijas por la Identidad y la Justicia contra el Olvido y el Silencio, regional Córdoba https://www.facebook.com/hijoscba/

4 La Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas (CONADEP) fue una comisión creada por el presidente de la ArgentinaRaúl Alfonsín el 15 de diciembre de 1983 con el objetivo de investigar las reiteradas y planificadas violaciones a los derechos humanos durante el período del terrorismo de Estado en Argentina en las décadas de 1970 y 1980.

5 Están denuncias fueron mencionadas por Carlos Luis Jáuregui en su libro “La homosexualidad en la Argentina”, Tarso Ediciones, 1987.

Florencia Ordóñez nació en Córdoba el 8 de marzo de 1977. Es licenciada en cursillos de nivelación y posee un doctorado en abandono de carreras universitarias. Escribe, publica libros propios y ajenos desde el sello Malasaña Ediciones, hace monólogos de humor, coordina talleres de escritura; ha incursionado en la actuación y el teatro de títeres. También se ha desempeñado en varios trabajos decentes de los que fue oportunamente despedida. Políticamente se define como feminista silvestre y anarco-peronista.

Paola Lucero Antonietti – También LaPao Cósmica (o viceversa) – Flor de la red flordelunar, arquitecta, ilustradora, docente, cósmica. Nacida el 2 de setiembre de 1979 en Córdoba Capital.Realiza diseños cósmicos en distintos soportes y formatos:  ilustraciones, trencadís -mosaiquismo-, fanzines. Arquitecta que pone su mirada en la ciudad y el habitar de la ciudad, haciendo foco en el diseño participativo y colectivo Es docente del secundario en donde aprende mucho de los chicos y las chicas. / Desarrolla talleres con niños y grandes en donde la creatividad es el motor de las producciones. Y juega. Contacto: lapaocosmika@gmail.com / Facebook: LaPao Cósmica

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Un horizonte para no perdernos nunca

En 12, Feb 2020 | Sin comentarios | En ¡Hasta la victoria, always! | Por Noe

Te voy a decir qué es la libertad para mí: no tener miedo.

(Nina Simone)

El idioma de una flor / Ilustración de Federica Jachymiak

Pisar el césped. Fijar carteles. Hablar con el conductor. Portar armas. Besarse en las vías del tren. Ingresar con mascotas. Comer y beber en este sector. Tomar fotografías. Circular sin traje de baño. Fumar. Salivar. Correr. Nadar. Alimentar a los coatíes. 

¿Será que eso es la libertad? ¿Hacer todo lo que está prohibido?

Entonces, imaginemos un mundo sin prohibiciones donde cada quien pueda hacer lo que quiera, cuando quiera, como quiera, cuando quiera y si quiere. Debo confesar que lo que me estoy imaginando se parece más a una película de terror que a cualquier otra cosa. Porque ponele que para mí y para mis amigas la libertad consiste en subirse al techo, bailar en la cocina en culo y vincha o respirar hondo riendo a carcajadas. Maravilloso. Pero ponele que para mi vecino de la esquina la libertad consiste en subirse al techo con una escopeta, jugar al tiro al blanco con esas tres locas que bailan en culo y vincha en la terraza de enfrente y luego respirar hondo riendo a carcajadas. Listo, película de terror. Entonces, ¿será verdad eso de que mi libertad comienza donde termina la tuya y qué sé yo? Siempre me pareció una frase horripilante, de ese sentido común construido a base de Cadena tres y TN. Me niego. Tiene que ser más complejo. Además eso que dicen de la libertad también lo dicen de los Derechos Humanos: “¡Tis dirichis tirminin dindi quiminzin lis míis!” “¡Cállese, señora, los derechos son colectivos, indivisibles e irrenunciables!” 

Está bueno pensar la libertad como un derecho porque entonces aparece la dimensión de lo colectivo. Porque la libertad puede ser un verano al pie de la montaña, tomarse un heladito muy tranquila o sentir el viento en la cara andando en bici. Pero si vivimos en un mundo donde no todas las niñas tienen acceso a un heladito, donde las vacaciones o las bicicletas son un privilegio…entonces no vivimos en un mundo libre.

Y sí, la libertad también es un estado de la mente, una necesaria ilusión, un sentimiento de comunidad con el Cosmos, una vivencia personal e intransferible que quizás no depende del contexto. Pero vivimos en contexto y nuestro contexto es una sociedad patriarcal donde las mujeres aún no podemos decidir sobre nuestro cuerpo y somos sancionadas por abortar, por amamantar en público o por estar en tetas en la playa. Donde a las pobres, las negras, las travestis se les cierran un montón de puertas. Y si hay puertas cerradas no hay libertad. Y si el precio a pagar por abrir esas puertas es la cárcel o la muerte, menos que menos.

¿Será entonces que la libertad no existe? ¿O es sólo el nombre de un hipermercado?

No, no creo eso, para nada. Pienso más bien que la libertad es algo en construcción, que va tomando forma con cada paso, con cada decisión. Que se fortalece cada vez que superamos un miedo o desobedecemos un mandato. Cada vez que luchamos contra una injusticia o nos preguntamos por qué. Cada vez que elegimos sin miedo, o a pesar del miedo. Cada vez que la ejercitamos, como un músculo. No es un don que se nos entrega al nacer, como un regalo de hada madrina, es más bien un territorio a conquistar en lo personal y en lo colectivo. Porque una sociedad es más libre si cada vez hay más personas que tienen las posibilidades concretas de serlo. Y para eso existen dos condiciones necesarias: feminismo y justicia social.¡Hasta la victoria, always! *


*Como con todos los temas que me resultan difíciles, para escribir sobre la libertad pedí una ayudita a mis amigas. Gracias a Silvia Kowalczuk, Victoria Chabrando, Lucrecia Fernández Kuri, Carolina Montachini, Florencia Allende Dozo, Laura Ezpeleta, Virginia Rozza, Yamila, Diana Righini, Luciana Mora, Juliana Bonacci, Marina Rinaudo, Coty Urán, Jimena González Gomeza, Sol Morais, Andrea Bustos, Eliana Oliva, Humildad Ríos Escalona, Irene Díaz, Daniela Furtado, Carina Tumini, Sol Arellano, Mariana Palmero, Angela Cornejo, Valentina Rojas, Gisella Ahumada, Gladys Fernández, Gabriela Gómez, Soledad Sandiano, María Paula Peressini Peynet y Leticia Ressia por sus hermosos aportes.



Florencia Ordóñez nació en Córdoba el 8 de marzo de 1977. Es licenciada en cursillos de nivelación y posee un doctorado en abandono de carreras universitarias. Escribe, publica libros propios y ajenos desde el sello Malasaña Ediciones, hace monólogos de humor, coordina talleres de escritura; ha incursionado en la actuación y el teatro de títeres. También se ha desempeñado en varios trabajos decentes de los que fue oportunamente despedida. Políticamente se define como feminista silvestre y anarco-peronista.

Federica Jachymiak Cordobesa, artista visual, dibujante, ilustradora, escultora, autodidacta en animación. Realiza trabajos individuales y grupales en diversos formatos y lenguajes artísticos. Feminista, disfruta de habitar en ferias, Impulsada por el amor a la autogestión, la bici y el entrecruce entre las artes.

Contacto: fede.jachymiak@gmail.com

Instagram: fedenbici


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Altar

En 04, Dic 2019 | Sin comentarios | En ¡Hasta la victoria, always! | Por Noe

“Nadie pondrá asfalto ni olvido a tu mirada,
ni a tu profunda energía mujer que me heredas.”
Pamela Valdebenito Pérez

  

En el día de muertas, quise recordar a todas las asesinadas por la violencia machista. Sobre una mesa cubierta con un mantel bordado coloqué bandejas con toda clase de alimentos, botellas de vino, jarras con agua, muchas cosas dulces: calaveritas de azúcar y chocolate, zapallo en almíbar, pan dulce con fruta, sin fruta, vegano y para celíacas. Para que sus almas se repongan luego del largo viaje. En la mesa puse también flores con nombre de mujer: jazmines, margaritas, rosas, violetas, azucenas, fresias, diamelas, iris, alelíes…también claveles rojos y nomeolvides. Para que sepan que no las olvidamos. Encendí doce velas violetas, para que su luz las guíe en el camino. Colgué papel picado de colores, para que el viento mezca sus almas y sus colores las alegren. Dejé en el altar algunos objetos: piedras de cierto tamaño, un palo de amasar, tijeras de podar y otras de costura, afiladas y brillantes; una elegante pistola calibre 22 con empuñadura de nácar que perteneció a alguna bisabuela, según dicen. Porque en el inframundo también es preciso defenderse. Luego empecé a juntar portarretratos: uno ovalado y metálico, otro rectangular de madera, grandes, chiquitos, antiguos y modernos. Pero no alcanzaron. No hay portarretrato y no hay foto y no hay memoria individual que pueda recordar los nombres de todas, los rostros de todas, sus sonrisas, sus miradas. Porque cada treinta horas una mujer, cada treinta horas una travesti, cada treinta horas una torta, cada treinta horas una niña. Cada treinta horas una que salió sola, que usaba el vestido corto, que no se la vio venir, que se metió en una calle oscura, que tenía al enemigo en su casa, que se atrevió a desobedecer. Cada treinta horas una y otra y otra más mientras corto el pan dulce y otra más mientras pongo las flores en agua y así no hay altar ni memoria que alcancen.


Entonces recordé que la memoria es colectiva. Que la mujer que no es recordada en este altar, lo será en aquel o en aquel otro. Que todas mis tus nuestras muertas piden justicia y respeto. Justicia y respeto por las muertas, las vivas, las sobrevivientes en cada calle de esta ciudad y de este país y
de este mundo. Que cada noviembre se encienden los altares y se marcha por las calles y se pintan las paredes para repetir como una oración:


Se va a caer
Lo tiramos
Ni una menos
Se va a caer
Lo tiramos
Ni una menos
Se va a caer
Lo tiramos
Ni una menos
Hasta la victoria
Siempre.

Florencia Ordóñez nació en Córdoba el 8 de marzo de 1977. Es licenciada en cursillos de nivelación y posee un doctorado en abandono de carreras universitarias. Escribe, publica libros propios y ajenos desde el sello Malasaña Ediciones, hace stand up, coordina talleres de escritura; ha incursionado en la actuación y el teatro de títeres. También se ha desempeñado en varios trabajos decentes de los que fue oportunamente despedida. Políticamente se define como feminista silvestre y anarco-peronista.

 

Federica Jachymiak Cordobesa, artista visual, dibujante, ilustradora, escultora, autodidacta en animación. Realiza trabajos individuales y grupales en diversos formatos y lenguajes artísticos. Feminista, disfruta de habitar en ferias. El impulso es el amor por la autogestión, la bici y el entrecruce entre las artes.

Contacto: fede.jachymiak@gmail.com

Instagram: fedenbici

Canción de Alicia en la ciudad –

En 11, Oct 2019 | Sin comentarios | En ¡Hasta la victoria, always! | Por Noe

Columna: Hasta la victoria, Always!

Y al amanecer, armados de una ardiente paciencia, entraremos en espléndidas ciudades.

(Arthur Rimbaud)

Cuando los cronopios van de viaje, encuentran los hoteles llenos, los trenes ya se han marchado, llueve a gritos, y los taxis no quieren llevarlos o les cobran precios altísimos. Los cronopios no se desaniman porque creen firmemente que estas cosas les ocurren a todos, y a la hora de dormir se dicen unos a otros: “La hermosa ciudad, la hermosísima ciudad.” Y sueñan toda la noche que en la ciudad hay grandes fiestas y que ellos están invitados.

(Julio Cortázar)

Me gusta inspirarme en otros textos para escribir. Y para pensar en las ciudades, pensé en el joven Arthur Rimbaud, escapando de su casa a los dieciséis años para llegar a París, una ciudad tan fascinante como peligrosa, que después de atravesar la guerra franco-prusiana y permanecer sitiada durante cuatro meses, se sublevaba contra el imperio napoleónico y daba comienzo a la Comuna de París, uno de los procesos revolucionarios más importantes (pese a su corta duración) del siglo XIX (1). También pensé en los cronopios de Cortázar tan idealistas y humanos, soñando con ser invitados a grandes fiestas. Pero sobre todo pensé en Alicia en el país de las maravillas, de Lewis Carroll.

Resulta que en una aburrida y predecible tarde inglesa y victoriana, esta niñita se pone a perseguir a un conejo blanco que lleva reloj y guantes, se cae un pozo de siete kilómetros de profundidad y allá abajo descubre un mundo de maravillas a las que sólo podrá acceder si tiene el tamaño adecuado.  “¡Qué ganas tenía de salir de esa oscura sala para pasearse por entre aquellos macizos de flores de colores vivos y por entre aquellas frescas fuentes! Pero no podía pasar la cabeza por la puerta.” Así Alicia empieza a probar bebidas, pastelitos y hongos mágicos que la hacen aumentar o disminuir de tamaño, con tan mala suerte (o tan poca información) que cuando logra ser tan pequeña como para pasar por esa diminuta puerta que la conducirá al espléndido  jardín, descubre que no tiene la altura necesaria como para alcanzar la llave que está sobre la mesa. Después de fracasar por exceso o por defecto, quedar atorada en una casa de la que no puede salir por ser demasiado grande, nadar en un charco hecho de sus propias lágrimas y hasta dudar de su propia identidad, Alicia va generando estrategias para adaptarse cada vez mejor a esos espacios y transitar sin peligro ese mundo de maravillas.

Esto me ha hecho pensar en cómo las personas, pero en especial las mujeres y disidencias, transitamos la ciudad: “Tengo que ir de acá hasta acá, ¿voy caminando? Ok, pero no con esta ropa, mejor algo con bolsillos y ahí pongo el celular y las llaves por si me vuelven a robar la cartera ¿Por dónde es más corto? Por esta calle, pero no, mejor voy por la avenida porque hay más luz y en la esquina están esos tipos que te dicen cosas, así que por ahí mejor no paso ¿Y si voy en colectivo? Ah, pero por acá no te cargan la tarjeta en ningún lado. Bueno, le pido a alguien, aunque a veces el chofer te hace quilombo por eso y ojalá no venga lleno porque no me aguanto ir toda apretujada y los caños esos que ponen para agarrarse están muy altos…”

Adaptarnos al espacio, hasta el punto de vulnerar nuestra identidad.

¿No sería más fácil que la ciudad se adapte a nosotres?

No, no es fácil, pero tampoco es imposible. Hacen falta conciencia, empatía, voluntad política, presupuesto, personas en espacios de decisión que escuchen las necesidades de quienes habitamos las ciudades todos los días, ciudadanas y ciudadanos que, lejos de adaptarnos, exijamos, demandemos, gestionemos, disputemos, defendamos plazas, iluminación, semáforos, árboles, bicisendas, rampas, espacios de recreación y deportes,  transporte público digno y todas las cosas que se nos ocurran para que las ciudades sean espacios amigables, seguros y bellos; estés en el centro o en el barrio más periférico, seas mujer, varón, transexual, joven, viejo, niñe, ciega, te movilices a pata, en transporte público, en bicicleta, en skate o en silla de ruedas.

Que la ciudad sea una fiesta a la que todes estemos invitades.

¡Hasta la victoria, always!

1- Les recomiendo el libro La Comuna de París, de Louise Michel, una figura emblemática del feminismo y la lucha obrera.

Sayi Paris Cavagnaro, nació en Mendoza en 1988, pero comenzo a crecer en Traslasierra, en un lugarcito llamado El Huaico, y de ahí siente que es.
Estudió Artes Plásticas en la UNC y dibuja y baila y hace visuales acompañando músicas y cuerpas..
Hoy sigue creciendo, entre viajes y esta Córdoba que nos une, entre estxs hermanxs con lxs que crea, entre esta fuerza feminista que nos obliga a revisarnos y deconstruirnos, entre estas líneas que no paran de brotar..Inst: sayiyisa
Facebook: Sayi Ilustraciones y otras hierbas

Florencia Ordóñez nació en Córdoba el 8 de marzo de 1977. Es licenciada en cursillos de nivelación y posee un doctorado en abandono de carreras universitarias. Escribe, publica libros propios y ajenos desde el sello Malasaña Ediciones, hace stand up, coordina talleres de escritura; ha incursionado en la actuación y el teatro de títeres. También se ha desempeñado en varios trabajos decentes de los que fue oportunamente despedida. Políticamente se define como feminista silvestre y anarco-peronista.

Belleza y furia

El amor que nos negaron es nuestro impulso para cambiar el mundo. Todos los golpes y el desprecio que sufrí no se comparan con el amor infinito que me rodea en estos momentos. Furia Travesti Siempre.

(Palabras dedespedida de Lohana Berkins)

La belleza travesti
está ahí.
No necesita implorarle 
a la feminidad,
ni huirle a la masculinidad.
Su belleza es, simplemente,
existir.
(Anónimo)

Tengo una compañera travesti en el equipo del blog. No lo digo como quien dice “Tengo un amigo negro”. Lo digo como una novedad y una sorpresa y una celebración. Porque nunca tuve compañeras travestis en ningún lado: ni en la guardería, ni en la escuela primaria, ni en la secundaria, ni en ninguna de las ochenta y cinco carreras que comencé y dejé,  ni en ningún trabajo, ni en ninguna de las organizaciones de Derechos Humanos en las que milité. Tampoco he tenido maestras ni profesoras travestis durante la infancia ni la juventud. En ninguno de mis trabajos, formales o no, tuve una jefa travesti. En ningún hospital público me ha atendido una doctora travesti, tampoco una enfermera. Las cajeras que me atienden en el súper no son travestis. Tampoco las conductoras de los noticieros ni la mujer que da el pronóstico del clima. Sin embargo, siempre existieron. Y siempre supe de su existencia. Estaban en las calles o en las marquesinas del teatro de revista, en algún que otro programa de televisión… En mi imaginario juvenil, las travestis respondían a dos únicas categorías: o eran prostitutas o eran famosas. No sé si alguna persona adulta me explicó quiénes eran o que hacían. Pero hay algo que siempre supe: no eran hombres disfrazados. Un disfraz emana siempre algo de impostación y de burla, por más bueno que sea. De mala copia del original.

Las travestis que cruzaban por las calles y las pantallas de mi infancia eran presencias imponentes, misteriosas y auténticas. No había nada impostado en su maquillaje, sus peinados y sus brillos. Porque como dice Agrado (el personaje interpretado por la actriz travesti Antonia San Juan en la película “Todo sobre mi madre”, dirigida por Pedro Almodóvar), “una es más auténtica cuanto más se parece a lo que ha soñado de sí misma”.

 Me remonto a la infancia porque ahí está todo. Y es en esa etapa de la vida en la que la cultura y la familia nos transmiten los roles y estereotipos de género. Curiosamente (¿o no tan curiosamente?) mi concepción sobre el género, como la de tantas personas, fue durante muchos años, binaria: existen mujeres y existen varones. Punto. ¡A pesar de que desde tan chiquita ya sabía que existían travestis! No es casual. Como tampoco es casual que uno de los textos que utilicé para encabezar este texto figure como “anónimo”. Porque en mi infancia se sabía que existían travestis, pero no había que hablar de eso. Ni siquiera había que mirarlas mucho cuando te las cruzabas por la calle. Y es que el binarismo que nos transmitió la cultura patriarcal desde chiquitas implicaba necesariamente la invisibilización y negación de todo lo que no fuera “varón” o “mujer”. Curiosamente (¿o no tanto?) jamás se me ocurrió pensar que esas travestis alguna vez habían sido niñas.

Muchos, pero muchos años después conocí a una actriz y poeta travesti; y mucho, pero mucho tiempo después, esa actriz y poeta travesti que se llama Camila Sosa Villada fue mi profesora en un taller de teatro. La mejor profesora de teatro que he tenido. Muchos, pero muchos años después supe que existían varones trans. Y que una de mis personas favoritas en el mundo, hije de dos personas que adoro, es un varón trans adolescente y ahora se llama Alex, porque es el nombre que ha elegido y así consta en su nuevo documento de identidad. Años después supe que hubo personas trans víctimas y sobrevivientes del terrorismo de Estado y también pude compartir radio y militancia con Eugenio Talbot Wright. También supe de la persecución a las personas trans en tiempos de democracia y de la lucha por la inclusión laboral trans, y me crucé con Ivanna Aguilera en cada marcha por los derechos negados. Años más tarde conocí otres niñes trans, pero también personas adultas en crisis con su género. Meses después me sorprendí pensando que nadie es tan mujer ni tan hombre ni tan hétero como cree ser. Días después leí un libro de Marlene Wayar que me voló la cabeza: “Travesti/Una teoría lo suficientemente buena”.  Y en la presentación de ese libro, en el Archivo Provincial de la Memoria, la propia Marlene me habilitó a escribir esto que estoy escribiendo. Porque en esa charla Marlene dijo algo que nunca se me hubiera ocurrido pensar desde mi feminismo silvestre, desde mi hartazgo ante tanto varón cis opinando de todo y poniéndose siempre en el centro. Tiró una bomba con toda sencillez y en tono pausado: dijo que cómo es eso de que no podés hablar de feminismo si no sos mujer, que no podés hablar de las travestis si no sos travesti, que no podés hablar de aborto si no tenés útero, que eso sería terminar con el diálogo humano.

 Y si no hay diálogo humano lo que hay es silencio, que no es salud sino todo lo contrario. Sin diálogo humano lo que hay es terrorismo de Estado, persecución, negacionismo. Mujeres muertas. Travestis muertas. Y también mucho aburrimiento, mucha chatura, muy poca poesía y muchos, pero muchos años de mal sexo.

Ahorita nomás, hace un rato, la compañera trava María José Brizuela se suma al equipo del blog de Flor de luna con toda su belleza y su furia travesti y así como si nada, como quien toca el violín o cose una toallita de tela, o se hace una ensalada de quinoa; nos invita a escribir sobre identidades trans. Y me ha hecho pensar en todo esto y en que todas esas personas que parecían invisibles o inexistentes no salieron de debajo de las piedras, salieron de la lucha por derechos, que no empezó ahorita nomás sino que tiene los mismos años que la injusticia. Y sí, debajo de las piedras hay muchísimas más, pero están muertas. Muertas por odio, que no es fobia y no es miedo. Es otra consecuencia de la ausencia de diálogo humano.

A todas, a todes, gracias. Por la belleza y por la furia.

¡Hasta la victoria, always!

Florencia Ordóñez nació en Córdoba el 8 de marzo de 1977. Es licenciada en cursillos de nivelación y posee un doctorado en abandono de carreras universitarias. Escribe, publica libros propios y ajenos desde el sello Malasaña Ediciones, hace stand up, coordina talleres de escritura; ha incursionado en la actuación y el teatro de títeres. También se ha desempeñado en varios trabajos decentes de los que fue oportunamente despedida. Políticamente se define como feminista silvestre y anarco-peronista.

Ilustración: La Pao Cósmica

Paola Lucero Antonietti – También LaPao Cósmica (o viceversa) –
Flor de la red flordelunar, arquitecta, ilustradora, docente, cósmica.
Nacida el 2 de setiembre de 1979 en Córdoba Capital.
Realiza diseños cósmicos en distintos soportes y formatos: ilustraciones, trencadís -mosaiquismo-, fanzines.
Arquitecta que pone su mirada en la ciudad y el habitar de la ciudad, haciendo foco en el diseño participativo y colectivo Es docente del secundario en donde aprende mucho de los chicos y las chicas. / Desarrolla talleres con niños y grandes en donde la creatividad es el motor de las producciones. Y juega.
Contacto: lapaocosmika@gmail.com / Facebook: LaPao Cósmica

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Un pájaro rebelde

En 26, Abr 2019 | Sin comentarios | En ¡Hasta la victoria, always! | Por Noe

“Lo difícil no era desatar la bestia

Lo difícil es qué hacer con las cadenas

cuando caen en desuso”

(Mariela Laudecina / Luis García, Luna en escorpio)

 

La verdad, estaba un poco confundida con esto del amor. O sea, puedo afirmar; con la sabiduría que me da el fracaso, que más o menos me imagino qué tipo de cosas NO son el amor: el amor no es el matrimonio, no es la pareja heterosexual y monogámica, no es  hacer cola en un restaurante porque es San Valentín, no es la maternidad, no es una poción mágica que te salva del dolor de vivir en este mundo, no es la justificación para un femicidio, ni siquiera para un portazo o una escena de celos. Tampoco es tinder. “Muy lindo todo, Flor, te quedó re feminista y deconstruído el párrafo, pero es más complejo todo”, me dijo esa voz interna que cada tanto me habla en segunda persona. Y tenía razón. Porque ninguna de esas realidades que nombro SON el amor; pero también puede existir amor ahí. “En el femicidio no, bestia, ¿de verdad vas a poner eso?” Ok, ok, en el femicidio no, pero en todo lo otro sí puede haber amor. No siempre. No necesariamente. Pero puede haberlo.

A todo esto ya estaba en una fecha muy límite para subir algo al blog y no quería que la vocecita esa me siguiera taladrando el cerebro, así que hice una encuesta en redes sociales “¿Qué es para ustedes el amor?”

Hubo muchas respuestas. Creo que es un tema que no nos deja indiferentes y eso me gusta: “el amor es el hogar, llegar a casa, algo calentito como un fuego en invierno que entibia y no quema, el olor de los niños, el gato que te espera en la puerta.” O sea, el amor sería algo así como ver infinitos capítulos de la familia Ingalls tomando un té de yuyos mientras afuera llueve y el gato ronronea.  Seguí leyendo: “Bailar, viajar, el vino, la revolución, una juntada feminista, el pueblo en lucha, tantas cosas como saltos al vacío nos imaginemos.” Interesante, a ver qué más me dicen: “Obsesión mutua, patología, bipolaridad.” Acá ya se parecía más a una película de terror la cosa, pero descubrí algo interesante a medida que iba leyendo: si bien el amor puede ser amor a una misma y manifestarse en acciones como auto regalarse libros; el vínculo con otros /otras es lo que más nos interpela cuando hablamos de amor: “Compartir, comunidad, amiga, hermana, empatizar, cebarle mate a personas que no conocemos, cuidar y que te cuiden, construcción social, aprender, dar, un espejo.”  Y si hay un vínculo con otras/ otros, esperamos que sea desinteresado y transformador. Aunque la idea de reciprocidad también parece ser importante. Estaba casi casi arribando a una conclusión cuando me encontré con esta desconcertante respuesta: “Coso”.

Y sí, quizás el amor sea como la palabra “coso”, que nadie sabe bien que significa; pero sabemos cómo usarlo y para qué. La cuestión sería que ese significado que le damos al coso sea funcional a nuestros deseos y que podamos compartirlo con otros cosos. Salvo que mucho no nos interese el vínculo humano y entonces coso.

Después de leer todos estos interesantes aportes y muchos otros que no incluí acá por cuestiones de espacio y síntesis, tomé dos decisiones: la primera, aprenderme L’amour est un oiseau rebelle”, mi aria favorita de la ópera “Carmen” (sí, vocecita, escucho ópera. Y sí, me hago la cantante de a ratos). La segunda, volver a terapia. No para que me den una respuesta, más bien para poder construir la mía. Que sin dudas estará impregnada por mis vínculos con otras y otros, pero que necesariamente debe separarse de ciertos discursos hegemónicos que reproducen paradigmas caducos y que causan muchísimo sufrimiento. La idea de amor que muchas y muchos aprendimos se está cayendo. Y en ese camino de reinventar el amor podemos sentirnos solas, frustradas, confundidas; pero avanzaremos, a veces a ciegas, superando temores y mandatos, con la certeza de ir en busca de algo que nos hará bien, a nosotras y al mundo. “¡Ahhhhh, bueeeee, tan épica te ibas a poner! ¡Ahora hay que ser Danaerys Targaryen con todos sus dragones para descubrir qué es el amor!” (Otra vez la vocecita) Ok, ok, le bajo un cambio: Y en ese camino también es válido ir construyendo algunas certezas que nos den cierta tranquilidad, aunque sean provisorias. Hoy me quedo con esta: amor es cuando no tenés que explicar ni los chistes ni el peronismo.

¡Hasta la victoria, always!

Florencia Ordóñez nació en Córdoba el 8 de marzo de 1977. Es licenciada en cursillos de nivelación y posee un doctorado en abandono de carreras universitarias. Escribe, publica libros propios y ajenos desde el sello Malasaña Ediciones, hace stand up, coordina talleres de escritura; ha incursionado en la actuación y el teatro de títeres. También se ha desempeñado en varios trabajos decentes de los que fue oportunamente despedida. Políticamente se define como feminista silvestre y anarco-peronista.

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