2019 octubre
Canción de Alicia en la ciudad –
En 11, Oct 2019 | Sin comentarios | En ¡Hasta la victoria, always! | Por Noe
Columna: Hasta la victoria, Always!
Y al amanecer, armados de una ardiente paciencia, entraremos en espléndidas ciudades.
(Arthur Rimbaud)
Cuando los cronopios van de viaje, encuentran los hoteles llenos, los trenes ya se han marchado, llueve a gritos, y los taxis no quieren llevarlos o les cobran precios altísimos. Los cronopios no se desaniman porque creen firmemente que estas cosas les ocurren a todos, y a la hora de dormir se dicen unos a otros: “La hermosa ciudad, la hermosísima ciudad.” Y sueñan toda la noche que en la ciudad hay grandes fiestas y que ellos están invitados.
(Julio Cortázar)
Me gusta inspirarme en otros textos para escribir. Y para pensar en las ciudades, pensé en el joven Arthur Rimbaud, escapando de su casa a los dieciséis años para llegar a París, una ciudad tan fascinante como peligrosa, que después de atravesar la guerra franco-prusiana y permanecer sitiada durante cuatro meses, se sublevaba contra el imperio napoleónico y daba comienzo a la Comuna de París, uno de los procesos revolucionarios más importantes (pese a su corta duración) del siglo XIX (1). También pensé en los cronopios de Cortázar tan idealistas y humanos, soñando con ser invitados a grandes fiestas. Pero sobre todo pensé en Alicia en el país de las maravillas, de Lewis Carroll.
Resulta que en una aburrida y predecible tarde inglesa y victoriana, esta niñita se pone a perseguir a un conejo blanco que lleva reloj y guantes, se cae un pozo de siete kilómetros de profundidad y allá abajo descubre un mundo de maravillas a las que sólo podrá acceder si tiene el tamaño adecuado. “¡Qué ganas tenía de salir de esa oscura sala para pasearse por entre aquellos macizos de flores de colores vivos y por entre aquellas frescas fuentes! Pero no podía pasar la cabeza por la puerta.” Así Alicia empieza a probar bebidas, pastelitos y hongos mágicos que la hacen aumentar o disminuir de tamaño, con tan mala suerte (o tan poca información) que cuando logra ser tan pequeña como para pasar por esa diminuta puerta que la conducirá al espléndido jardín, descubre que no tiene la altura necesaria como para alcanzar la llave que está sobre la mesa. Después de fracasar por exceso o por defecto, quedar atorada en una casa de la que no puede salir por ser demasiado grande, nadar en un charco hecho de sus propias lágrimas y hasta dudar de su propia identidad, Alicia va generando estrategias para adaptarse cada vez mejor a esos espacios y transitar sin peligro ese mundo de maravillas.
Esto me ha hecho pensar en cómo las personas, pero en especial las mujeres y disidencias, transitamos la ciudad: “Tengo que ir de acá hasta acá, ¿voy caminando? Ok, pero no con esta ropa, mejor algo con bolsillos y ahí pongo el celular y las llaves por si me vuelven a robar la cartera ¿Por dónde es más corto? Por esta calle, pero no, mejor voy por la avenida porque hay más luz y en la esquina están esos tipos que te dicen cosas, así que por ahí mejor no paso ¿Y si voy en colectivo? Ah, pero por acá no te cargan la tarjeta en ningún lado. Bueno, le pido a alguien, aunque a veces el chofer te hace quilombo por eso y ojalá no venga lleno porque no me aguanto ir toda apretujada y los caños esos que ponen para agarrarse están muy altos…”
Adaptarnos al espacio, hasta el punto de vulnerar nuestra identidad.
¿No sería más fácil que la ciudad se adapte a nosotres?
No, no es fácil, pero tampoco es imposible. Hacen falta conciencia, empatía, voluntad política, presupuesto, personas en espacios de decisión que escuchen las necesidades de quienes habitamos las ciudades todos los días, ciudadanas y ciudadanos que, lejos de adaptarnos, exijamos, demandemos, gestionemos, disputemos, defendamos plazas, iluminación, semáforos, árboles, bicisendas, rampas, espacios de recreación y deportes, transporte público digno y todas las cosas que se nos ocurran para que las ciudades sean espacios amigables, seguros y bellos; estés en el centro o en el barrio más periférico, seas mujer, varón, transexual, joven, viejo, niñe, ciega, te movilices a pata, en transporte público, en bicicleta, en skate o en silla de ruedas.
Que la ciudad sea una fiesta a la que todes estemos invitades.
¡Hasta la victoria, always!
1- Les recomiendo el libro La Comuna de París, de Louise Michel, una figura emblemática del feminismo y la lucha obrera.
Sayi Paris Cavagnaro, nació en Mendoza en 1988, pero comenzo a crecer en Traslasierra, en un lugarcito llamado El Huaico, y de ahí siente que es.
Estudió Artes Plásticas en la UNC y dibuja y baila y hace visuales acompañando músicas y cuerpas..
Hoy sigue creciendo, entre viajes y esta Córdoba que nos une, entre estxs hermanxs con lxs que crea, entre esta fuerza feminista que nos obliga a revisarnos y deconstruirnos, entre estas líneas que no paran de brotar..Inst: sayiyisa
Facebook: Sayi Ilustraciones y otras hierbas
Florencia Ordóñez nació en Córdoba el 8 de marzo de 1977. Es licenciada en cursillos de nivelación y posee un doctorado en abandono de carreras universitarias. Escribe, publica libros propios y ajenos desde el sello Malasaña Ediciones, hace stand up, coordina talleres de escritura; ha incursionado en la actuación y el teatro de títeres. También se ha desempeñado en varios trabajos decentes de los que fue oportunamente despedida. Políticamente se define como feminista silvestre y anarco-peronista.
Ciudad
En 05, Oct 2019 | Sin comentarios | En Poesías | Por Noe
soy mi ciudad
mi barrio
mi casa
me traspasa un río
me surca
me bordea
la tierra
con sus millones de años
y su pasto incipiente
nuevísimo
en mi pelo las flores de los árboles
porque también soy árboles
y gorriones
y hormigas
y abejas felices con la primavera
soy mi bici por las calles
entre los autos
al sol
los pomelos y las mandarinas
los poemas que se dicen
en un bar
un teatro
una escuela
una ronda de fuego o de vino
la canción que canta alguien que quiero tanto
la voz de otre que no conozco
las vecinas que viven dentro de los edificios
los vecinos que viven afuera en las veredas
los kioscos de diarios y revistas
las terminales
los colectivos que me llevan lejos
los servicios de paquetería
las empresas de correo
les vendedores de alfajores
una niña con un vestido de tul cruzando la calle con su madre
también soy su madre
los clubes
cantidades de mariposas
una isla y sus patos
las plazas y los parques
algunos secretos nunca tan secretos
conmovedoras sorpresas
comedores peruanos
una cajita mágica de teatro diminuto y sus espectadores
librerías y libros
la lluvia a la intemperie
perros y gates
mis amigues y sus abrazos
las personas que me gustan
les aprendices
les enseñantes
los costureros
las albañiles
les bailarines
las cineastas
los cocineres
el mate con cascaritas de naranja
las ferias agroecológicas y feministas
un guiso compartido
lo que me agrada
lo que no me agrada
contamino
oxigeno
beso en la raíz
soy mi ciudad
mi barrio
mi casa
abiertas las tardes
el corazón
la sombra
disponibles
y me salva un río
C.
Federica Jachymiak Cordobesa, artista visual, dibujante, ilustradora, escultora, autodidacta en animación. Realiza trabajos individuales y grupales en diversos formatos y lenguajes artísticos. Feminista, disfruta de habitar en ferias, Impulsada por el amor a la autogestión, la bici y el entrecruce entre las artes.
Contacto: fede.jachymiak@gmail.com
Instagram: fedenbici
Camila García Reyna nació el 27 abril de 1987 y es cordobesa criada en Cruz del Eje y Arroyito.
Escribe sobre todo poesía. También juega y por eso publica libros y recita y lee, y participa de puestas teatrales y musicales, y coordina talleres de escritura y tejido para adultos, y de lectura y escritura lúdica para niños. Es Licenciada en Letras Modernas y apasionada por el mate y la comida deliciosa. Es un poco solemne, una pena, pero como se lo permitetambién se divierte con eso.
En este espacio de amor habrá una porción de poesía que es una forma de aprender la paz, de reconocerse, de recordarse, de entregarse, de compartirse siendo. Un deseo de encontrarse en las hermanas, de respetarse, de estarse queriendo, de respirar lo que elegimos, confiadamente, un poco más alegres cada vez.